lunes, 26 de septiembre de 2011

Tiempo corrupto.


– ¡Idiota! ¡¿Por qué eres así?! – no puedo perdonarme que ahora seas así.

– Es la única forma de solucionar los problemas, ¿o no? – no tengo otra salida, no me dejaste escapatoria.

– Pero, ¿por qué tú…? ¡¿Por qué no lo olvidas?! – ¿por qué no dejas de amarme y sufrir por mí?

– Porque es imposible, ya me adapté a este dolor. – y siendo honesta, a pesar de todo… me gusta mucho amarte.

– Eres tan soluble, ¡no puedes ser así! – no te aferres a esa infelicidad por mí… por favor…

– ¡Déjame! ¡Tú tienes la culpa de todo! Déjame hacer lo que desee al respecto. – déjame estar a tu lado, amarte en silencio, sin importar lo mucho que duela, callando mi dolor, secando mis lágrimas en la oscuridad, abrazándote en tus penas.

Y así se iban los segundos, en lágrimas transparentes, camufladas en enojo y maquillándose con indiferencia. Y así el tiempo corría, en gritos ahogando tanto deseo por amarse, en reclamos escondiendo la inquietud de ambos labios por rozarse.

Ella se aferró a un sentimiento que se la comía viva desde dentro. Él no soportaba verla tan herida, vulnerable, tan destruída.

Ella anhelaba abrazarle. Él buscaba besarla. Ellos… de diferentes formas, pero con intensidades iguales… se amaban. Ellos se amaban.

– Todo lo que hice… – fue porque te amé.

– Todo lo que hago… – es porque te amo.

–…es porque me importas. – y eso nunca cambió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿te has enamorado?